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Jaime había caído enfermo ipso facto y no tenía más desagravio que consumir sus horas acostado en la cama, leyendo algún cuento para pasar las largas horas interminables. Sus padres, por trabajo, no podían hacerle caso y el pequeño se aburría encerrado y solo. Un día su madre llegó a casa muy cansada, y el pequeño enseguida reclamó su atención y compañía. Ésta decidió contarle un cuento basado en algo que le había ocurrido hacía pocos años. Algo que desgraciadamente la atormentaba día tras día. No podía dejar de oír el susurro de aquel personaje que había conocido hacía mucho tiempo. Su hijo debía conocer la verdad sobre aquella niña.
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Años atrás, cuando los padres de Jaime buscaban casa, la madre del crío visitó un piso que les había gustado y que querían comprar. Allí le recibió una niña de rostro exageradamente pálido, que parecía haber caído en una terrible enfermedad. La joven le enseñó todo el domicilio paso a paso. Su aspecto reflejaba el terror. Sus ojos, botones rojos bañados de sangre, resultaban espeluznantes. Su sonrisa obligada y a su vez entristecida, asustaba. La joven se apresuró en mostrar el lugar por el que tanto interés mostraba. Tras una puerta color carmín, se escondía una pequeña habitación sencilla, pero a su misma vez aterradora.
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Ab initio, la madre de Jaime se fijaba en cada uno de los detalles, pues quería corroborar el buen estado del domicilio para albergar al niño que acababa de concebir. Pero cuando se giró, Blanca, la joven que le había mostrado el lugar, había desaparecido, convirtiendo in situ su existencia en un distante susurro frío, un halo de recuerdo perdido en las entrañas de la misma muerte.
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La mujer se apresuró en salir del edificio tras aquella experiencia tan aterradora. Tras la puerta apareció un matrimonio velozmente, y corrieron en preguntar qué había visto la mujer. Cuando la madre de Jaime explicó lo sucedido, se apresuraron conducidos por el dolor a chillar el nombre de la niña, pero no obtuvieron respuesta. Los gritos dolorosos de los padres se perdían al viento, fulgurante y despiadado. Blanca había muerto hacía cinco años.
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Cuando terminó la historia, la madre del pequeño lo acostó, y se apresuró a darle las buenas noches. Bajó a la cocina, y se puso a fregar los platos. Súbitamente, un estruendo interrumpió el monótono silencio del habitáculo y se pudo oír el grito ahogado de la madre de Jaime en la distancia. Cuando ésta volvió a subir a ver a Jaime estaba pálida, y sus ojos, grandes botones, brillaban teñidos de sangre al rojo vivo…
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2 comentarios:
¡Caramba Dani! me he quedado petrificada. No sé si he entendido bien. Mmmm...¿ la madre de Jaime pasa al mundo de Blanca?
En principio sí. Es una historia con final abierto, cada uno puede imaginar su final, aunque si hubiese tenido continuación posiblemente hubiese sido esa. =)
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