Los tiempos de guerra ya eran historia, y la puerta de los mundos había quedado temporalmente cerrada. Pero nadie era capaz de negar que no fuera a existir una inesperada apertura que juntara a dos mundos muy distintos sobre las entrañas del espacio terrenal. Y eso era precisamente lo que más asustaba a Merlín el encantador. La posible invasión del mundo ficticio en la apertura de aquel portal tridimensional podía suponer un fuerte golpe para la estructura histórica que escribían las personas en el día a día.
En una jornada que se presentaba monótona y sin novedades, el caballero negro atacó la ciudad de Steenford y arrasó con todo lo que halló a su abasto. Destrozó familias, asesinó a inocentes infantes, y acabó con la felicidad de muchos linajes. La ciudad quedó destruida y sólo unos pocos lograron sobrevivir a la catástrofe. Un joven superviviente, decidió viajar a Camelot a pedir ayuda al mago Merlín, del cual habían oído hablar y sabían que era capaz de conocer el por qué de las cosas que sucedían en el mundo terrenal y celestial.
En cuanto Merlín obtuvo noticia de lo sucedido, se apresuró a consultar su más preciada bibliografía. Descubrió que realmente aquél caballero pertenecía al otro mundo, y eso le hacía sabedor de que la puerta de los mundos había vuelto a ser abierta. Y cómo aquello no era bueno para ninguna de las dos dimensiones, el mago Merlín decidió convocar una reunión de los mejores héroes de cada mundo para discutir acerca de quién podía haber abierto la puerta y cómo era posible cerrarla de nuevo.
El encuentro fue impresionante, al mejor amante de ciencia ficción le hubiese deleitado ver aquellos rostros tan conocidos que habían viajado a través del tiempo, o incluso a través de la dimensión espacial para encontrarse en aquel pequeño enclavamiento de la llanura de Salisbury. Entre aquellos citados, aparecían rostros conocidos cómo Harry Potter, Gandalf y César, entre muchos otros.
El debate fue largo y cada intervención por parte de los convocados era aportadora de conocimiento y sugerencia para la decisión final. Merlín, que presidía la reunión sentado en un enorme trono de escarlata, con dos grandes brazos donde encontrar reposo, debía recoger la aportación de todos y decidir finalmente qué medidas iban a responder a aquél desafío por parte del portón.
Tras largas horas de discurso, Merlín puso las cartas sobre la mesa y decidió que se encarnaría una batalla entre los presentes y los caballeros del portón. Y así se hizo, todos los presentes, magos, elfos, héroes, coroneles, césares y guerreros, decidieron luchar por una causa común como era la batalla contra aquellos guerreros del submundo que tenían como objetivo distorsionar la realidad.
Las filas enemigas ya estaban listas sobre la llanura de Salisbury, encabezadas por el caballero de negro que había sucumbido el pequeño enclave de Steenford, el cuál iba seguido por más de cinco mil guerreros, todos vestidos de negro, dejando oculto su rostro a la luz de la verdad.
La batalla se prolongó durante varios días, sin hallar un vencedor más allá del que vencía las pequeñas batallas que acababan con la vida de muchos soldados. Pero a pesar de eso, la balanza se inclinaba ligeramente a favor de los caballeros de negro, que atrozmente luchaban sin piedad ni compasión, asesinando incluso a civiles, entre ellos mujeres y niños. Las lágrimas corrían de las sedosas mejillas de los infantes perdidos, los cuales lloraban desconsoladamente sin conocimiento del porqué de su desgracia. Era una triste imagen ver aquellas almas inocentes perdidas en el frondoso bosque o lamentándose sobre el cadáver de aquellos padres que habían dado la vida por ellos.
Jamás se comprendió cómo la maldad podía alcanzar tales medidas, y finalmente, el amor venció tras extenuantes esfuerzos por defender lo que por naturaleza pertenecía a los hombres: la suerte de poder poseer una patria por la que luchar.
Aquella batalla dejó muchos muertos, y nadie quiso recordarla, tan triste es su recuerdo que ni siquiera fue escrita en relatos históricos, por vergüenza a mostrar aquél rostro humano tan cruel y salvaje que poseían los hombres de negro. De ese modo, se creó un vínculo mucho más fuerte entre el mundo real y el mundo ficticio, y la gente jamás supo nada acerca de aquella batalla tan inmemorable.
Hoy, la puerta de los mundos sigue cerrada, esperando a que un día tenga sea abierta para juntar a las dos dimensiones de la naturaleza, por la lucha por una causa común y justa.
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