martes, 2 de marzo de 2010

El desenlace de Merlín

El mito artúrico, ahora presente entre nosotros, había llegado a nuestras manos por medio de escritos olvidados entre el polvo de las más antiguas bibliotecas. Pero mil secretos jamás llegaron al conocimiento humano y quedaron olvidados entre las sombras de aquél frío pasado que habían construido las inolvidables hazañas del rey Arturo. Pero aquellos personajes perdidos en el pasado no podían permanecer siempre ocultos, alguien debía desvelar los secretos que nadie había revelado.

Era jueves, y la jornada, agotadora como siempre, había acabado con mis fuerzas. No era capaz de moverme, apenas me arrastraba por las eternas calles de la ciudad, anhelando llegar a casa en busca del descanso que tenía más que merecido. Pero cuando ya estaba ultimando la calle que desembocaba en mi domicilio, se levantó ante mí la figura de una seductora biblioteca que me encandiló. Me estanqué frente a aquél edificio, sin saber por qué. Algo me había cautivado de la inmensa estructura del edificio municipal, que presentaba una hermosa fachada renacentista, bella sólo por su excelente conservación.

Me adentré por los inmensos portones que invitaban a entrar en su más que recóndito interior. Frente a mí, permanecían miles de estanterías muertas por el olvido de todos aquellos que ya no daban sentido a sus obras. No era capaz de comprender por qué había entrado en aquél lugar tan extraño y pavoroso. Pero tampoco me sentí con el valor suficiente de huir de aquella farsa producida por el carácter atrayente de los miles de libros que yacían reposados sobre las estanterías de aquellos sinfines de pasillos, y pasillos.

Súbitamente quedé atrapado en la lectura de uno de los ejemplares de aquél desconocido archivo. Narraba las aventuras del mago Merlín, uno de los personajes más carismáticos de la inolvidable leyenda teóricamente mítica de los caballeros de la Mesa Redonda. Pero aquellos escritos parecían demasiado concluyentes para tratarse sólo de ficción y no poseer un fondo histórico. El libro, con tapas duras de terciopelo, estropeadas por el castigador tiempo que lo sucumbía, estaba hecho de las más finas hojas, y sobre ellas, se escribían a mano las palabras que desembrollaban el relato, con una tinta negra, corrida ya por el roce de las páginas. En los últimos folios del relato, se extendía en letras de oro: “Toda la verdad sobre el terrible desenlace del mago Merlín y sus gestas”. Aquellas palabras me invitaron en seguida a pasar la hoja, y procurar descubrir qué era lo que aguardaba detrás de aquél tomo confesante.

Merlín había sido siempre un personaje transcendental en la historia de Camelot. Nunca había sido olvidado en cualquier de las múltiples decisiones que tomaban los soberanos, y su consejo era de confianza en todos los sentidos. Aquello le hacía sentirse digno y era muy apreciado por el longevo hechicero.

Pero, tras muchos años de esplendor para la corte del rey Arturo, los caballeros de la Mesa Redonda perdieron las vidas en la jamás olvidada batalla de Salisbury, y Merlín quedó solo en aquel mundo que lo rodeaba.

Cuentan las leyendas que fue a reunirse con su amada Viviana, pero ésta ya no se hallaba en el lugar en el que él la había dejado. Merlín, impulsado por el fuego que su amor por la dama desprendía en él, recorrió todas las tierras del norte en su busca, inconsciente de por qué sus poderes de visión del futuro no le permitían ver dónde se hallaba la única persona que en aquél momento podía dar sentido a su vida.

Pasaron días y días, y cada segundo que concurría castigaba más severamente al enamorado corazón del encantador. Pero cuando éste ya estaba a punto de darse por vencido, vio ante él la figura de una dama, que se apresuraba veloz a caballo hacia el lugar donde Merlín se había apeado. La doncella, tras ver la figura de un anciano, pasó de largo haciendo caso omiso de las súplicas de Merlín por su ayuda. Y así, sucesivos días rompieron el aún joven corazón del mago.

Merlín, decidió visitar el reino sajón, y después de un largo viaje llegó a las puertas de su capital, rogando cobijo al soberano. Éste le acompañó a una habitación, y le dio todo lo que necesitó durante su estancia, pero lo que realmente Merlín necesitaba era únicamente el calor que sólo le podía dar su amada Viviana. La piel de Merlín cada vez estaba más arrugada, y eso daba claros indicios de su cercana muerte.

Una noche, Merlín decidió recorrer el castillo en busca de su amada, por si podía haber sido retenida por el mundo sajón. Pero tras los muros de la fortaleza, se hallaba el cuerpo sin vida de Viviana, y frente a ella, la nítida imagen del usurpado Santo Grial. Merlín, decidió esconder el Santo Grial a buen recaudo, rogando a Dios que enviara a alguien que pudiera dar un verdadero fin a la historia del cáliz sagrado. Por último, escribió con su ya tembloroso pulso éste texto, deseando que un día fuera llevado a la luz, y el Santo Grial pudiera ser liberado de la traición. Merlín murió a los pocos días, y fue enterrado en tierra sajona con un honorífico monumento a su valentía.

Y en aquél momento, la humanidad conoció la verdad sobre el trágico desenlace de Merlín, y ahora todos siguen esperando el día en que nazca de la más afortunada madre, el hombre que dé fin a las aventuras de los caballeros de la Mesa Redonda.

Hoy en día, la tierra aún sigue esperando el envío del caballero que liberará al Santo Grial de su prisión terrenal. Y ese momento, aunque no parezca cierto, cada día es más cercano a nosotros. De ese modo desvelé que las aventuras de la Mesa Redonda aún no habían llegado a su desenlace. Aún había motivos para nuevos tiempos de aventuras.

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Encuentro heroico

Los tiempos de guerra ya eran historia, y la puerta de los mundos había quedado temporalmente cerrada. Pero nadie era capaz de negar que no fuera a existir una inesperada apertura que juntara a dos mundos muy distintos sobre las entrañas del espacio terrenal. Y eso era precisamente lo que más asustaba a Merlín el encantador. La posible invasión del mundo ficticio en la apertura de aquel portal tridimensional podía suponer un fuerte golpe para la estructura histórica que escribían las personas en el día a día.

En una jornada que se presentaba monótona y sin novedades, el caballero negro atacó la ciudad de Steenford y arrasó con todo lo que halló a su abasto. Destrozó familias, asesinó a inocentes infantes, y acabó con la felicidad de muchos linajes. La ciudad quedó destruida y sólo unos pocos lograron sobrevivir a la catástrofe. Un joven superviviente, decidió viajar a Camelot a pedir ayuda al mago Merlín, del cual habían oído hablar y sabían que era capaz de conocer el por qué de las cosas que sucedían en el mundo terrenal y celestial.

En cuanto Merlín obtuvo noticia de lo sucedido, se apresuró a consultar su más preciada bibliografía. Descubrió que realmente aquél caballero pertenecía al otro mundo, y eso le hacía sabedor de que la puerta de los mundos había vuelto a ser abierta. Y cómo aquello no era bueno para ninguna de las dos dimensiones, el mago Merlín decidió convocar una reunión de los mejores héroes de cada mundo para discutir acerca de quién podía haber abierto la puerta y cómo era posible cerrarla de nuevo.

El encuentro fue impresionante, al mejor amante de ciencia ficción le hubiese deleitado ver aquellos rostros tan conocidos que habían viajado a través del tiempo, o incluso a través de la dimensión espacial para encontrarse en aquel pequeño enclavamiento de la llanura de Salisbury. Entre aquellos citados, aparecían rostros conocidos cómo Harry Potter, Gandalf y César, entre muchos otros.

El debate fue largo y cada intervención por parte de los convocados era aportadora de conocimiento y sugerencia para la decisión final. Merlín, que presidía la reunión sentado en un enorme trono de escarlata, con dos grandes brazos donde encontrar reposo, debía recoger la aportación de todos y decidir finalmente qué medidas iban a responder a aquél desafío por parte del portón.

Tras largas horas de discurso, Merlín puso las cartas sobre la mesa y decidió que se encarnaría una batalla entre los presentes y los caballeros del portón. Y así se hizo, todos los presentes, magos, elfos, héroes, coroneles, césares y guerreros, decidieron luchar por una causa común como era la batalla contra aquellos guerreros del submundo que tenían como objetivo distorsionar la realidad.

Las filas enemigas ya estaban listas sobre la llanura de Salisbury, encabezadas por el caballero de negro que había sucumbido el pequeño enclave de Steenford, el cuál iba seguido por más de cinco mil guerreros, todos vestidos de negro, dejando oculto su rostro a la luz de la verdad.

La batalla se prolongó durante varios días, sin hallar un vencedor más allá del que vencía las pequeñas batallas que acababan con la vida de muchos soldados. Pero a pesar de eso, la balanza se inclinaba ligeramente a favor de los caballeros de negro, que atrozmente luchaban sin piedad ni compasión, asesinando incluso a civiles, entre ellos mujeres y niños. Las lágrimas corrían de las sedosas mejillas de los infantes perdidos, los cuales lloraban desconsoladamente sin conocimiento del porqué de su desgracia. Era una triste imagen ver aquellas almas inocentes perdidas en el frondoso bosque o lamentándose sobre el cadáver de aquellos padres que habían dado la vida por ellos.

Jamás se comprendió cómo la maldad podía alcanzar tales medidas, y finalmente, el amor venció tras extenuantes esfuerzos por defender lo que por naturaleza pertenecía a los hombres: la suerte de poder poseer una patria por la que luchar.

Aquella batalla dejó muchos muertos, y nadie quiso recordarla, tan triste es su recuerdo que ni siquiera fue escrita en relatos históricos, por vergüenza a mostrar aquél rostro humano tan cruel y salvaje que poseían los hombres de negro. De ese modo, se creó un vínculo mucho más fuerte entre el mundo real y el mundo ficticio, y la gente jamás supo nada acerca de aquella batalla tan inmemorable.

Hoy, la puerta de los mundos sigue cerrada, esperando a que un día tenga sea abierta para juntar a las dos dimensiones de la naturaleza, por la lucha por una causa común y justa.

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