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Sara salió del túnel negro. Apareció en lo más alto de la estatua de la Libertad. Lo primero que hizo fue acomodarse y escoger la vista ideal a la ciudad con la que siempre había soñado.
Al cabo de poco rato, apareció una mujer joven, de aspecto dulce y le sonrió. Ella estaba ligeramente desorientada. El corazón le iba a cien por hora sin saber por qué motivo. De repente, descubrió que aquella mujer joven era miss Lunatic.
Ella le explicó que la estatua de la libertad era el fuego que calentaba su vida y la fuente en que se recargaba. Al encontrarse con la libertad se volvía más joven. Por ese motivo al encontrarse con Sara rejuveneció por un instante.
- Sara, - le dijo – ahora tú también llevas la libertad dentro aunque siempre la habías llevado. Solo bastaba con que miraras en tu interior y descubrieras que eres la persona afortunada que lleva la libertad. Sara, tú también eres la libertad en persona. Eres mi relevo, ha llegado mi fin. -
- No, por favor, Miss Lunatic, no quiero perderte – dijo con lágrimas en los ojos.
- Sara, nunca me perderás, porque tu eres yo, y yo soy tú. Tú me llevas en el corazón y yo en el tuyo. Porque somos una sola persona: la libertad y porque tu eres mi otro yo. -
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En ese momento Miss Lunatic desapareció y Sara sintió una vitalidad enorme.
A los pocos minutos, Sara ya estaba predicando lo que había aprendido de Miss Lunatic: la libertad.
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